En Freirina fomentan la lectura con historia y leyendas locales

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El Programa Fomento Lector de la Biblioteca Pública de Freirina por estos días de la “emergencia sanitaria por Covid19” ha estado motivando a la comunidad a conocer sus leyendas e historias más populares, ejercicio que hacen desde la plataforma de redes sociales con las que cuenta esta entidad municipal. Felicitaciones por la iniciativa.

La historia de Paulino Callejas, cuando quiso comprar camiones para la Mina de Capote Aurífero y no le creyeron. 

Don Paulino Callejas, patriarca de la familia Callejas Zamora de Freirina, viajó a Santiago a comprar algunos camiones que hacían falta para las faenas del mineral de Capote. Se hizo acompañar de cuatro o cinco choferes de su confianza, embarcándose en un avión LAN que bajaba en Vallenar o Domeyko, a solicitud de la Empresa Capote Aurífero, con la finalidad de llevar hasta el Banco Central de Chile, una remesa de oro para su venta.

Los conductores que le acompañaban, se resistieron al principio a viajar en el moderno Caravelle, por el temor que tenían de volar. Don Paulino tuvo que convencerlos, ya que estuvieron a punto de hacer fracasar el objetivo principal del viaje, que era traer los camiones que se necesitaban para el traslado de los metales desde las minas a la planta, el traslado de agua potable desde Vallenar y agua del río para la planta de Capote, además, del traslado diario de abastecimiento desde Freirina, transporte de pasajeros y todo lo que se necesitaba para el movimiento del gran mineral de Capote.

En el frío invierno de 1935, ya en Santiago y una vez recibido el dinero del oro, se dirigieron a comprar los vehículos que requerían, para lo cual tomaron una moderna góndola, que los dejó unas cuadras más al sur del centro de Santiago.

Paulino Callejas, llevaba el dinero en un viejo bolso de lona, con la finalidad de no llamar la atención. Él y sus empleados, gustaban de los vehículos Chevrolet, por lo que se encaminaron a esa casa comercial.

A la entrada del galpón había un gran camión de carga, flamante y brillante, con una carrocería de madera nativa. Lo observaron y admiraron unos instantes. Se imaginaban manejando uno de esos, por los caminos de Freirina a Capote.

Desde el interior de las oficinas, los observaban algunos empleados de la sucursal en Chile de esa marca, sin embargo el estilo pampino de vestir de las visitas, los presentaban como personas humildes, por lo que enviaron a su mejor vendedor a despedir a los que consideraban, eran algunos cargadores del mercado cercano.

Dicho personaje, consultó a los freirinenses que requerían, recibiendo por respuesta que deseaban comprar, al contado, varios camiones de carga.

El vendedor estrella, burlándose les dijo que en la casa de venta de vehículos ubicada en la vereda del frente, sí vendían camiones.

Una vez que don Paulino y los desconcertados acompañantes salieron a la calle, el vendedor llamó por teléfono a ese negocio, y le dijo que le enviaba a un grupo de locos, que querían comprar camiones por docena.
Esta casa de venta era la Ford Chile, cuyo empleado que había recibido el llamado de su colega de la Chevrolet, recibió a don Paulino, y efectuó la venta de su vida.

El empleado y gerente,consultaron a don Paulino la forma de pago, recibiendo por respuesta que se cancelaba al contado, para lo cual extrajo de su raído bolso, los fajos de billetes.

Hicieron trato por la venta inmediata de tres camiones, dos con carrocerías de carga y uno con un estanque de agua. Además, el señor Callejas, canceló a precio muy conveniente, la compra de cinco camiones más, que se encontraban en fase de descarga en el puerto de Valparaíso e hicieron un trato, por otros dos, que venían desde la fábrica de la ciudad de Detroit, en los Estados Unidos.

Se iniciaba la tarde, cuando los tres camiones salen de los patios de la casa comercial y se instalan en la calle, comenzando el feliz retorno de don Paulino y su gente a Freirina, donde esperaban llegar en dos días más.

Mientras tanto, quedaban en Santiago los felices vendedores de la Ford y la pesadumbre de la otra entidad comercial, cuyo mejor vendedor y los otros empleados, fueron despedidos por burlarse de la apariencia del millonario comprador y sus choferes. Y lo más importante, no haber realizado la suculenta venta de los camiones para el mineral de Capote.

Por: Oriel Álvarez Hidalgo,  (Dedicado a mi amigo, Hernán Sebastián Callejas Molina).

Fotografías Paulino Callejas, Capote y aviones.

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